Una buena alimentación consiste en aprender a comer de forma sana y equilibrada para ganar en salud y evitar carencias nutricionales. También es importante saber que una buena alimentación consiste en incluir en cada comida la cantidad necesaria de alimentos y nutrientes que requiere nuestro cuerpo para tener la suficiente energía.
No existe ninguna dieta ni ningún alimento que pueda curar el cáncer, pero sí sabemos que hay factores preventivos aportados por hábitos saludables a través de una alimentación sana, variada y equilibrada. También sabemos que, una vez desarrollada la enfermedad, seguir con este estilo de vida alimentario puede ayudar a prevenir recaídas y a tolerar mejor los tratamientos, mejorando la calidad de vida de los pacientes.
El eje principal de esta alimentación es la dieta mediterránea, es decir, pescado, verduras, hortalizas, legumbres, lácteos, aceite de oliva virgen extra y frutas. A esto deberíamos sumarle el ejercicio físico, en la medida de lo posible.
Distintos estudios en pacientes oncológicos han demostrado que una alimentación sana y equilibrada ayuda a una mejor tolerancia a los tratamientos y calidad de vida. Es importante mantener una alimentación adecuada antes de comenzar con el tratamiento, de esta manera tendremos las reservas nutricionales necesarias para mantener la energía y reducir los efectos secundarios.
Durante el tratamiento es muy importante alimentarse e hidratarse muy bien, poniendo en práctica estos consejos:
- Seguir el patrón de la dieta mediterránea. Haciendo de cinco a seis comidas al día, sin pasar más de dos o tres horas entre ellas.
- Las raciones deben ser pequeñas y con alto contenido nutricional.
- Las mejores técnicas de cocinado son el vapor o el horno.
- Hay que consumir cinco raciones repartidas al día de fruta, verdura y hortalizas.
- El líquido es muy importante, al menos dos litros de agua al día.
- Es importante, a la hora de comer buscar un ambiente tranquilo y agradable.
- En la medida de lo posible realizar algún tipo de actividad física.
- Las técnicas de relajación pueden ayudar a controlar las emociones. A menudo, las personas con cáncer, al tener necesidades nutricionales diferentes y sus hábitos alimenticios verse modificados por distintos factores, la ansiedad, tristeza, impotencia, rabia… pueden influir en la alimentación del paciente repercutiendo en una malnutrición.
A veces, hay situaciones en las que la alimentación se ve afectada por los distintos tratamientos, cómo podrían ser:
- Perdida de apetito y cansancio. Mejor bebe los líquidos antes y después de las comidas. Si es durante, que sean pequeños sorbos. Come en los momentos que tengas mayor apetito.
- Ante las náuseas o vómitos, toma los alimentos a temperatura ambiente o fríos, consume alimentos secos ( pan tostado) ayuda a disminuir las náuseas. Come muy despacio y reparte las tomas entre seis y ocho al día. Haz las comidas en un ambiente tranquilo y sin olores. Después de las comidas descansa en posición incorporada.
- Si hay diarrea cocina los alimentos al vapor, horno, hervido o plancha. Bebe mucho líquido para reponer las pérdidas, las comidas que sean en tomas más pequeñas.
- Cuando hay irritación en la boca y heridas toma la comida a temperatura ambiente o fría. Toma alimentos suaves y cremosos, aumenta la ingesta de proteínas para acelerar la recuperación, bebe agua y batidos y las frutas que no sean ácidas.
- Ante la sequedad de boca toma alimentos ácidos, utiliza chicles o caramelos sin azúcar. Todo esto favorece la producción de saliva y aumenta el consumo de líquidos, mejor fuera de las comidas.
Después del tratamiento la alimentación saludable y la actividad física son muy importantes ya que te ayudará a recuperarte de las secuelas y a tener una mejor calidad de vida.
La figura del nutricionista te puede ayudar a aplicar todos los conceptos y te dará todos los consejos para mantener el patrón de la dieta mediterránea.